lunes, 1 de junio de 2009

Nos estamos embruteciendo


Me ha sorprendido mucho comprobar que en las encuestas que se realizan en internet sobre si se debe instaurar la cadena perpetua para delitos muy graves, que alrededor del 75% de los encuestados contestaba de manera afirmativa. Mis motivos para estar en contra de la cadena perpetua son dos, un formal y otro material.


El primero viene basado en la Constitución, que la prohíbe expresamente y que fija las penas con el fin de reintegrar a los presos de nuevo en la sociedad. ¿Para qué basamos las condenas en la reinserción si permitimos la cadena perpeuta?


La segunda es mucho más de fondo, dejemos de lado los temas viscerales de terroristas, mariluces y martasdelcastillo, pensemos en frio. Cuando condenamos a alguien privándolo de su libertad es su castigo por infringir las normas de una sociedad. El reo cumple su condena y puede ser reintegrado en la sociedad. ¿Para que la cadena perpetua? ¿Para verlos sufrir, retorcerse en unas celdas minúsculas? ¿Para verlos morir de viejos o enfermos en aquellos lugares? Que viscerales podemos llegar a ser. Hace cuarenta años cuando existía la cadena perpetua no le teníamos mucho aprecio, en España tenemos el problema de que olvidamos muy rápido.


En cuanto a las soluciones que no pasan por la cadena perpetua, la doctrina establecida por el Tribunal Supremo con la sentencia a Herik Parot supuso una novedad al aplicar la reducción de penas al total de la pena impuesta y no al tiempo máximo que se puede estar en prisión. Y la reforma del Código Penal del año 95 supuso que en delitos graves las penas de prisión pudieran llegar hasta cuarenta años, cuarenta años, la mitad de lo que una persona normal vive, yo creo que es más que suficiente para que alguien page su deuda con el mundo.

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